Anaís Aluicio, Psicóloga Clínica

PSICÓLOGA CLÍNICA

Diplomado en Docencia Universitaria. Universidad San Sebastián.
Pasantía Clínica. Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile. Santiago, Chile.
Diplomado Psicología Clínica: Psicodiagnóstico y Psicoterapia. Universidad de Chile. Santiago, Chile.
Psicología. Mención Psicología Clínica. Universidad Santo Tomás. Santiago, Chile.
Psicología. Universidad de La Habana. Cuba




sábado, 29 de diciembre de 2007

Creatividad en lo cotidiano


Cuando nos encontramos con una persona que tiene facilidad para resolver cosas que nadie antes pudo solucionar, decimos que esta persona es creativa. Este fenómeno se puede dar en situaciones cotidianas; o a una escala mucho mayor, y es entonces cuando quedan en la historia los grandes genios del arte, la ciencia, la música, etc., que han creado nuevos inventos u obras que han pasado a la posteridad como la producción de alguien muy creativo. Pero, ¿qué es la creatividad? Al respecto existen varios puntos de vista, pero por lo general la creatividad es considerada como producción de novedad.
Casi todos los autores están de acuerdo en que se puede hablar de creatividad cuando la actividad del ser humano genera productos creativos. Pero, es importante considerar que la creatividad también se define según el contexto social, la época, el lugar; o sea, según los patrones sociales y culturales en los que vive el hombre creador. Esto significa que algo que se creó hace 5000 años, como la rueda, ya no es un producto realmente creativo en la actualidad; por lo cual se puede decir que el hombre está en un constante acto creador, que le permite desarrollarse; innovando cada vez más o produciendo novedad cada día.
Gracias a nuestra capacidad creadora hoy vivimos en edificios antisísmicos, tomamos leche descremada o entera, escuchamos radio, tenemos internet, nos cepillamos los dientes con pasta, y el arroz que consumimos viene en bolsitas plásticas… o sea, vivimos en un mundo desarrolladísimo si lo comparamos con las condiciones de vida de los primeros humanos. Entonces, parece ser que es importante tener una actitud creativa, y mantener nuestras cabecitas pensando, porque cada detalle que avancemos puede significar un gran invento en el futuro, y un gran cambio en nuestras vidas o en las de nuestros sucesores.
Según algunos estudios, la gente que tiende a ser creativa tiene mayor tolerancia a la frustración y además, si son más creativas en su vida personal, también son personas más resilientes; lo que quiere decir, que tienen la capacidad para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves.
Entonces, la propuesta es bien simple: trate de desarrollar su creatividad.
¿Cómo? Bueno, eso va a ser parte de su desarrollo creativo, si le doy todas las respuestas usted no va a tener que pensar en nada, y seguirá pautas, como la mayoría de nosotros la mayoría de las veces. Sólo tenga en cuenta lo siguiente: al intentar desarrollar la creatividad es necesario considerar que ésta no es un elemento aislado, sino hábitos, creencias, destrezas, entre muchas otras cosas… incluso el entorno social interviene en el ser o no creativo. Cada tarea dirigida hacia el desarrollo de la creatividad deberá ser una tarea que se dirija puntualmente a un hábito, a alguna habilidad, a alguna forma de hacer las cosas, a alguna forma de concluir las cosas. Trate de hacer de lo común, lo extraordinario, trate de hacer las cosas que hace siempre de una forma distinta esta vez, y si lo logra, ya usted ha estado creando.
Para finalizar, un refrán: si la vida le da limones, intente hacer otra cosa que no sea una limonada…

sábado, 27 de octubre de 2007

Santiago en 100 palabras

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Ya que la comisión evaluadora de los cuentos del consurso "Santiago en 100 palabras" no consideró que mis "aportes literarios" fueran merecedores de integrar la lista de los finalistas, y con el afán de manejar de mejor forma la frustración, publico en este, mi sitio, mis queridos cuentos, hijos de una tarde de ocio y del deseo de trascender mediante la aparición de mis cuentos en las estaciones metro.

Ahí van, los someto al escrutinio de ustedes, que constituirán mi nueva comisión evaluadora.
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“Paleta bicentenaria”
¿Cómo iba a saber? Era una gran responsabilidad, y nunca había sido suya. Pensó una y otra vez: ¿de qué color es? Dicen que cada cosa tiene su color, pero una ciudad tiene muchos, y hoy él debía pintarla, pero no sabía cuáles usar. Caminó toda la urbe y eligió: el gris de la catedral, el verde del Transantiago, el color translúcido del vaho del metro, el blanco increíble de la cordillera, el amarillo de los rubios de Vitacura y el rojo de La Pincoya; retocó con azul cielo, mezcló y creó una gran paleta colorida de 200 años.


“El duelo”
Siente que el techo está cada vez más cerca de la cama y que el cuerpo cada vez está más dentro del colchón, que se la traga, la chupa y no la deja moverse. Afuera se escuchan las primeras micros y no ha pegado un ojo: los tiene demasiado hinchados, ya no se cierran. Se siente más sola que nunca y no entiende para qué respira la gente, para qué camina, para qué trabaja, por qué ríe. En su cabeza tiene sólo tres palabras: “ayudándote a sentir”, y piensa: ¿de verdad creen que me pueden ayudar a sentir?



“Instantes”
Eva sentía la primera lágrima. Andrés aspiraba la bocanada del último cigarro. Pedro exhalaba su aliento final. Lola, la tortuga, saltaba desde su pecera hacia la libertad. Vero gritaba su primer orgasmo. Carmen transitaba el canal de parto materno. Jonathan se quebraba un diente, y Javiera una uña. Enrique decía el primer “mamá”. La Sra. Berta tragaba sus 17 pastillas. Un director de cine grita “corten” y Saúl dice “todavía”... Eso era lo que no se veía desde mi departamento en el piso 14. Así se movían las vidas detrás de las lucecitas lejanas que se veían desde mi avión.

viernes, 3 de agosto de 2007

Una Terapeuta Novata

Con las herramientas teóricas en la punta de los dedos -porque no se puede decir que las tenía bien agarradas en la mano- se presentó a su primera sesión de terapia. En su cabeza deambulaban miles de ideas y de frases teóricas que debía tener en consideración al atender a su paciente: postura, lenguaje, definiciones de trastornos, presentación personal… en fin, miles de variables a manejar y no todas dependían de ella, pues además debía considerar aquellas que guardaban relación con su paciente y que se sentía en la necesidad de detectar.
Ya sentada en su box, después de haber revisado el orden y limpieza del mismo, y luego de haber estirado su falda unas seis veces en momentos distintos, estaba lista para que llegara “Yolanda”. Se quedó sentada, por al menos un minuto y medio, con lápiz en mano, inmóvil, ensayando su mejor cara de terapeuta, y con el oído atento, esperando a que sonara el citófono anunciando la llegada de su paciente, hasta que se percató de que estaba perdiendo el tiempo y haciendo el ridículo y se empezó a sentir ansiosa. Aprovechando el lapso volvió a leer la ficha de “Yolanda”, reparando en detalles que antes no había visto: repasó su edad, antecedentes médicos, diagnósticos anteriores, fechas, lugares… en fin, todo. También leyó las preguntas que ya había preparado como guía, las mismas que después fueron sólo un estorbo.
El reloj del box marcaba 10 minutos de retraso y la Terapeuta Novata volvió a encender el celular, con la incertidumbre -¿o la esperanza?- de que su paciente no se presentara. Me llamó, y me deshice, como siempre, en cuentos acerca de mi trabajo, y cuando ya estaba desesperándose por no poderme contar de su ansiedad, llegó el esperado sonido… y ahí comenzó a tiritar. Cortó al tiro, se arregló una vez más su falda, y partió.
Se dirigió al lobby del centro de atención y ahí estaba, ni tan chica ni tan desvalida como se la imaginó, nerviosa y quizás tan ansiosa como ella. “Había un taco tremendo”, dijo justificándose y la Terapeuta Novata, tan desatinada, le preguntó si venía en metro…
La Terapeuta Novata empezó la sesión aclarando sus peculiaridades en el tono de voz y en el lenguaje, para que “Yolanda” no se asustara y para que no preguntara, y después de un bache en este viaje que comenzó a 120 km/hr, empezaron a pasear por la Alameda de sus años de vida, la Terapeuta Novata tratando de conducir y ella mirando al vacío por encima del hombre de la psicóloga, con los brazos cruzados, como si quisiera ver un paisaje donde sólo habían cuatro paredes, un techo, un reloj, tres sillas, un escritorio y una psicóloga en formación muerta del miedo, intentando parecer segura.
Mientras hablaba, la Terapeuta Novata la revisaba entera, a la vez que se revisaba a sí misma, forzando posturas de psicóloga atenta a sus cuentos. De pronto, comenzó a pensar en su inseguridad, en su novatada y en la locura que era que esta mujer de casi 3 décadas le estuviese contando historias de su vida, esperando que la Terapeuta Novata la ayudara a sobrellevar una crisis depresiva… ¡se lo contaba a ella! ¡a ella que nunca en su vida había tenido una paciente! ¡a ella que estaba haciendo un trabajo de la escuela, que lo tenía que hacer bien porque otros la iban a evaluar! Y se sintió culpable, se sintió mala por preocuparse de sus notas y su reputación, mientras “Yolanda” contaba acerca de un errado neurólogo y sus erradas instrucciones para combatir la depresión.
En ese mismo momento fue en el que comenzaron a oscilar en la misma frecuencia, la Terapeuta Novata la empezó a mirar asombrada de sus historias de hipomanía, con su mano sosteniendo su cara de novata maravillada y emocionada. Se dio cuenta de cómo podía experimentar lo que sentía “Yolanda”, movía los dedos de la mano para asegurarse de que esa sensación que tenía de estar sosteniendo la mano de la paciente era ficticia, se imaginaba con colores las emociones de su paciente en los cuentos que hacía, volaba junto a “Yolanda”, como en una alfombra mágica por las gracias y desgracias de la vida de su paciente, que era quien guiaba el camino ahora. La velocidad fue disminuyendo, y la última parada fue en el centro de atención, donde decidieron verse en una semana más. Antes de finalizar, juntas elaboraron las metas terapéuticas y juntas fueron a agendar una nueva hora. Se despidieron y la Terapeuta Novata corrió al box y sola, mirando el techo, respiró como embarazada en pleno proceso de parto...

domingo, 29 de julio de 2007

Recomendación...


Les quiero recomendar que visiten esta página: http://www.neuronilla.com/
Es un sitio que brinda recursos creativos y además posibilita la interacción entre las personas, la publicación de ideas y la propuesta de soluciones a problemas cotidianos. También brinda técnicas para estimular la creatividad en grupos. Les puede servir.
Cariños y éxitos!

jueves, 26 de julio de 2007

Trans...


Existen muchas personas cuya “clasificación” –por así decirlo- las incluye dentro de los tipos de personas más marginados, rechazados y evitados entre los seres humanos. Este es el caso de las mujeres en unas culturas, de los negros en otras, de los discapacitados, de los extranjeros a veces, de los homosexuales, de los viejos, de los latinos… y de los transexuales; y como para discriminar no hacen falta muchos factores, sino que lo único imprescindible es un criterio de clasificación y una mentecita un poco cerrada, -pues con eso ya es suficiente- lamentablemente la mayoría de nosotros discrimina a alguien por algo (conscientemente o no). Hoy comento acerca de uno de los grupos más discriminados que existe, intentando conocerlos no sólo como “casos de estudio” sino también como personas. Conozcamos a los transexuales, cuyo “pecado capital” es ser por fuera quienes no son por dentro.
¿Quién es un transexual? Un transexual es una persona cuya identificación sexual se ha desarrollado con un sexo, pero su cuerpo, dígase sus genitales y características fenotípicas, corresponden a una persona del sexo contrario a aquel con el cual se identifican sexualmente. En otras palabras: una mujer que se siente hombre o un hombre que se siente mujer. ¿Alguna vez le ha pasado eso de sentirse quien usted en realidad, no es? No debe ser agradable. Suena a que es un poco confuso.
¿Qué se hace con los transexuales? Bueno, en la actualidad se les discrimina, se les juzga, no se les entiende, pero también se les trata en terapia, se les hacen operaciones de cambio de sexo, y se habla de ellos en blogs personales. Muchos de ellos tienen una mamá que los quiere, un sobrino que les pide dulces y una pareja que los ama. Otros no. Otros tienen problemas grandes que los llevan al psiquiatra, o los echan de sus trabajos, o toman micros muy temprano y el metro muy lleno de gente. Mmmm. Se parecen un poco al resto de la gente, ¿no?
Hay personas diabéticas que viven pendientes diariamente de sus inyecciones de insulina. Hay gente deprimida que todo el día piensa en morir. Los bipolares tienen que tomar de por vida una pastilla que los mantenga estables. Los “supuestamente sanos” lloran, ríen, corren, se duchan, comen, hacen aseo, tienen sexo, ven tele, se deprimen, pueden ser diabéticos y discriminan. ¿Cuán distintos son los transexuales de otras personas que tienen una enfermedad, y que no son discriminados por ella? ¿Cuán distintos son de una anoréxica que piensa todo el día que no quiere ser lo que es? ¿Cuán distintos son de nosotros? Quizás lo peor que les pasó no fue haber nacido en un cuerpo que no corresponde con su identificación sexual, quizás lo que más daño les hace somos nosotros mismos, prejuzgándolos, y dejándoles sólo la opción de una vida de prostitución y vicios, que no es más que el resultado de vivir marginados. Quizás si a los diabéticos se les prohibiera andar con insulina en la calle, o tener hipoglicemia en público, o inyectarse en horario laboral, fueran tan marginados como los transexuales y se dedicaran al mismo trabajo nocturno que ellos. Quizás si mi abuela tuviera manubrio fuera una bicicleta, pero como no lo tiene, la quiero como abuela, no como medio de transporte. A lo mejor la vida nos cambia un poco si empezamos a aceptar a las abuelas y a las bicicletas por lo que son, no por lo que alguien alguna vez dijo que deberían ser.

Eh tú, el "normal", mira esto!





Todos somos susceptibles de ser discriminados por algo, el ser humano "común" no existe. Los parámetros de lo "normal" son dinámicos.

Seamos buenos locos

Al ingresar a la educación de pregrado, a la mayoría de los estudiantes se les advierte acerca de la diferencia entre la educación que recibieron anteriormente y esta nueva etapa de la vida que comienzan. La mayoría de las acotaciones se refieren a la creciente dificultad de las temáticas, a la falta de pautas que guíen el estudio para los exámenes… o sea, a la autonomía que necesitarán desarrollar con la entrada a la universidad, pues esta nueva etapa sería “educación de adultos”. Sin embargo, la educación “distinta” que les auguraron no era tan diferente a la que habían recibido anteriormente, pues existen varios factores que se mantienen invariables desde hace muchísimos años. Pero primero que todo conozcamos a los personajes principales de esta historia:
Los estudiantes
Los estudiantes, en su gran mayoría, son aquellas personas que llegan a una sala de clases sin saber los temas que se tratarán en la asignatura y esperan la aparición de otra persona que tiene más conocimiento que ellos y que se los va a transmitir. Ellos tienen la responsabilidad de estudiar, para que esos conocimientos formen parte de sus haberes académicos. Los estudiantes, por lo general, no son profesionales en formación, se convierten en profesionales un día en que alguien, que también tiene más conocimiento que ellos, les da un título universitario. Ellos no guían el proceso de su aprendizaje, ni son un agente activo en él, sólo reciben la información que deben manejar, y esperan poder demostrar en los momentos designados para esto que memorizaron adecuadamente el contenido que les expuso su profesor. Se echa de menos un cambio de concepción en los roles: que un estudiante no sea sólo el que estudia y que un profesor no sea sólo el que enseña, se impone el compartir esos roles, el desempeñar las acciones necesarias para que ambos agentes se activen y generen conocimiento: para sí mismos, para los otros, y para la comunidad académica en general; es por esto que ser un profesional en formación debería implicar ser más que estudiante, y más que profesor, debería significar ser ambos, compartir los roles, sentirse ambos un tanto aprendices y un tanto expertos no sólo en teoría, sino en la práctica profesional y académica.
Los profesores
Profesor: persona mayor que los estudiantes que tiene conocimientos que le transmite a los alumnos. Posee una fuerte concepción de que sus pupilos no manejan los temas que él va a tratar en clase. Antónimo de profesional que colabora con otros que se están formando y que en el espacio de la sala de clases conforman un ambiente colaborativo de co-construcción de conocimientos. Según esta definición, la cual es lamentablemente vigente, se menosprecia el valor de los estudiantes, pero también de los profesores, así como sus capacidades de agencia: un maestro puede ser mucho más que un transmisor de conocimientos, pudiera dejar de significar omnisapiencia para representar potenciación (propia y de otros). Visto de esta manera, el profesor no sólo será un receptáculo de conocimiento, sino además un generador del ambiente y de la posibilidad para la creación del mismo, no sólo en su quehacer, sino en el de sus discípulos. Entonces, si el estudiante debería desempeñarse como profesional en formación, quizás el profesor debería actuar como profesional en desarrollo. Los profesores también están necesitando reivindicación, están necesitando cierta “liberación”, que además, les permita interactuar de una forma más equilibrada con sus estudiantes, de una manera en la que si se acercan afectivamente, no necesariamente se alejen académicamente, pues estos aspectos no tienen por qué significar polaridades.
Esta historia termina en que la mayoría de los profesionales comenta que se siente “desnudo” al salir de la universidad, pues durante muchos años fueron preparados para ser alumnos, en el mejor de los casos buenos alumnos, pero no para ser profesionales. El rol profesional no “aparece” de improviso al ingresar a la universidad, sino que es un proceso gradual, influido por múltiples agentes y que, además, viene formándose desde la enseñanza básica.
Tanto el profesor como el profesional en formación tienen experiencia previa en el sistema educacional, o sea, el profesional en formación no llega a la sala de clases sin conocimientos, con el propósito de que “le enseñen” lo que la directiva de la institución educacional considera que él debería saber. Estas actitudes afianzan el rol pasivo de los estudiantes y la invalidación de grupo que componen.
Seamos realistas: estamos necesitando una transformación, pero ésta no se conquista con la facilidad con que se cambia de “etiqueta” al recibir un título universitario, ya que implica un cambio de concepciones muy fuerte, sin embargo, les propongo que seamos todos unos buenos locos, en el mejor sentido de la palabra, les propongo que pensemos cosas locas, si estar loco es estar fuera de lo normal… cosas como que un profesor y un profesional en formación pudieran construir juntos el conocimiento. ¿Qué les parece?