Anaís Aluicio, Psicóloga Clínica
PSICÓLOGA CLÍNICA
Diplomado en Docencia Universitaria. Universidad San Sebastián.
Pasantía Clínica. Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile. Santiago, Chile.
Diplomado Psicología Clínica: Psicodiagnóstico y Psicoterapia. Universidad de Chile. Santiago, Chile.
Psicología. Mención Psicología Clínica. Universidad Santo Tomás. Santiago, Chile.
Psicología. Universidad de La Habana. Cuba
Hace unos momentos, estaba embelesada envolviendo un regalo ajeno para un ser querido en común. Me esmeré muchísimo en decorar este regalo, a la antigua, haciendo pliegues ornamentales en el papel, de esos que ya no se hacen, porque fueron sustituidos por colores, formas impresas y lazos pre-hechos que sólo necesitan tirar de una cinta. Alguien preguntó, desde el fondo de mi mente: ¿para qué te dedicas tanto, si es sólo el envoltorio, es sólo un papel que alguien va a romper para saber qué le regalaron? Así llegué, mediante una de esas cadenas de pensamientos que tienen vericuetos irrepetibles, a pensar en cómo en los tiempos actuales se prioriza el qué sobre el cómo. Siguiendo la analogía del regalo, no importa tanto cómo se presente, sino qué viene dentro. Nunca he escuchado preguntar “¿cómo te entregaron tu regalo de cumpleaños?”, sin embargo, muchas veces oímos la pregunta “¿qué te regalaron?”… al parecer, en estos tiempos, ya no son tan importantes las maneras de regalar, o el homenaje que viene simbolizado en un rato de dedicación para envolver el regalo, sino cuál fue el resultado final: el objeto que se entrega. Quizás por esta misma lógica, nos quedamos con objetos guardados y a veces no sabemos quiénes nos los regalaron…
Siguiendo los hilos de mi mente llegué al lugar donde guardo la información procedimental de cómo envolver regalos, y dudé por un momento dónde y con quién lo había aprendido, y entre dos figuras femeninas cercanas construí una nueva, tierna y dedicada, que con un amor profundo (cómo) me regaló esta habilidad (qué), y me alegré mucho de no haber guardado por completo el qué, sino el lazo afectivo representado por el cómo; y me convencí de nuevo de que los seres humanos somos todos distintos porque nos formamos a retazos reconstruidos de aquellos con los que compartimos la vida.
Al igual que hay un Día del Trabajador, uno de las madres, de los padres, etc., deberíamos declarar un Día del Cómo, y que al menos por una jornada, las construcciones volvieran a tener hermosas figuras en yeso y metal, y que la ropa fuera cosida para que dure toda la vida, y que los muebles volvieran a ser pesadas piezas de madera no desarmable, y que la era de los objetos desechables no impida que recordemos que lo más importante no es lo que tenemos, sino cómo lo tenemos, y, mejor aún, para qué lo tenemos.