
Según la teoría de los sistemas, cada uno de nosotros está inmerso en una red de relaciones que tiene un funcionamiento propio. Por lo general, los psicólogos y psiquiatras estudian las redes familiares de sus pacientes y los sistemas en los que están inmersos, por la importancia que tienen en la salud psicológica de cada uno de nosotros. Funcionar en un sistema de relaciones implica que si uno de los componentes del mismo se afecta, repercutirá en toda la red, y viceversa.
¿Cuánto afectan a nuestra red social y familiar más cercana cada uno de sus componentes? ¿Cuánto afectamos nosotros a las redes de las cuales formamos parte? En general, los seres humanos funcionamos en un sistema de interrelaciones, y afectamos y somos afectados por nuestras personas significativas de manera positiva o negativa. La verdad es que aunque muchos de nosotros le atribuimos bastante responsabilidad por nuestra forma de ser a nuestros padres o cuidadores, la mayoría de la influencia que ejercieron ellos u otras personas significativas, ha quedado grabada en nuestro inconsciente, por lo que no nos enteramos de ella. Además, todos nosotros afectamos positiva o negativamente las redes que conformamos, mediante la toma de decisiones, que aunque sea acerca de nuestra propia vida, sólo por el hecho de formar parte de un sistema, lo afecta en pleno y al resto de los componentes. Por ejemplo, si un joven decide tener hijos, afecta a su propia vida con esta decisión, por las tareas y responsabilidades que implica (por decir lo menos), pero además afecta la autopercepción de sus padres, que serían abuelos, y también la vida de ese nuevo ser que no pide venir ni que lo traigan y que tiene a otro decidiendo por él. Que otros decidan lo que va a pasarnos en nuestra vida no es más que algo normal y esperable, porque incluso antes de nacer, ya hay otra persona que decide por nosotros si existiremos o no.
Para aquellos que suelen compartir las responsabilidades de su vida, posibilitando que los demás le ayuden a controlarla y/o guiarla, funcionar en sistemas suele ser muy útil y adaptativo, pues siempre sentirán que tienen un respaldo, un “otro” con quien compartir la toma de decisiones, y por lo tanto, las consecuencias de las mismas. Sin embargo, para aquellos que necesitan tener el control, a los que les gusta tener bien tomadas las riendas de su propia vida (y por tanto, un poco la de los demás, considerando que los otros son parte del sistema propio que se intenta controlar), puede ser catastrófico y muy frustrante ver cómo no son capaces de lograrlo, ya que ninguno de nosotros tiene el poder de hacerlo.
Quizás entonces la única solución a la disyuntiva del controlador sería entrenarse en entregarse a los demás, pero habiendo aprendido a conocer al otro a quien le entregaremos parte de las rindas de nuestras vidas. No se asocie con cualquiera, sea selectivo, pues todo aquel que entra en su vida entra en su red y en la vida de quienes la componen. Deberíamos comenzar a comprender la imposibilidad de no ser influidos por los otros, ya que éstos son parte de nuestra vida y son necesarios en algún sentido.
¿Cuánto afectan a nuestra red social y familiar más cercana cada uno de sus componentes? ¿Cuánto afectamos nosotros a las redes de las cuales formamos parte? En general, los seres humanos funcionamos en un sistema de interrelaciones, y afectamos y somos afectados por nuestras personas significativas de manera positiva o negativa. La verdad es que aunque muchos de nosotros le atribuimos bastante responsabilidad por nuestra forma de ser a nuestros padres o cuidadores, la mayoría de la influencia que ejercieron ellos u otras personas significativas, ha quedado grabada en nuestro inconsciente, por lo que no nos enteramos de ella. Además, todos nosotros afectamos positiva o negativamente las redes que conformamos, mediante la toma de decisiones, que aunque sea acerca de nuestra propia vida, sólo por el hecho de formar parte de un sistema, lo afecta en pleno y al resto de los componentes. Por ejemplo, si un joven decide tener hijos, afecta a su propia vida con esta decisión, por las tareas y responsabilidades que implica (por decir lo menos), pero además afecta la autopercepción de sus padres, que serían abuelos, y también la vida de ese nuevo ser que no pide venir ni que lo traigan y que tiene a otro decidiendo por él. Que otros decidan lo que va a pasarnos en nuestra vida no es más que algo normal y esperable, porque incluso antes de nacer, ya hay otra persona que decide por nosotros si existiremos o no.
Para aquellos que suelen compartir las responsabilidades de su vida, posibilitando que los demás le ayuden a controlarla y/o guiarla, funcionar en sistemas suele ser muy útil y adaptativo, pues siempre sentirán que tienen un respaldo, un “otro” con quien compartir la toma de decisiones, y por lo tanto, las consecuencias de las mismas. Sin embargo, para aquellos que necesitan tener el control, a los que les gusta tener bien tomadas las riendas de su propia vida (y por tanto, un poco la de los demás, considerando que los otros son parte del sistema propio que se intenta controlar), puede ser catastrófico y muy frustrante ver cómo no son capaces de lograrlo, ya que ninguno de nosotros tiene el poder de hacerlo.
Quizás entonces la única solución a la disyuntiva del controlador sería entrenarse en entregarse a los demás, pero habiendo aprendido a conocer al otro a quien le entregaremos parte de las rindas de nuestras vidas. No se asocie con cualquiera, sea selectivo, pues todo aquel que entra en su vida entra en su red y en la vida de quienes la componen. Deberíamos comenzar a comprender la imposibilidad de no ser influidos por los otros, ya que éstos son parte de nuestra vida y son necesarios en algún sentido.
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