Anaís Aluicio, Psicóloga Clínica

PSICÓLOGA CLÍNICA

Diplomado en Docencia Universitaria. Universidad San Sebastián.
Pasantía Clínica. Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile. Santiago, Chile.
Diplomado Psicología Clínica: Psicodiagnóstico y Psicoterapia. Universidad de Chile. Santiago, Chile.
Psicología. Mención Psicología Clínica. Universidad Santo Tomás. Santiago, Chile.
Psicología. Universidad de La Habana. Cuba




miércoles, 21 de mayo de 2008

EMIGRE A RATOS EN SU PATRIA: AUMENTE EL CI SIN ESTRESARSE…


En un mundo como el nuestro, en el que en muchas ocasiones las realidades económicas, políticas y sociales son mejores lejos de nuestros países de origen, la emigración es un fenómeno muy común. Sin embargo, no por frecuente resulta poco complejo.
Son pocas las personas que acuden a las consultas psicológicas “por ser emigrantes”, sin embargo, en países donde el porcentaje de emigrantes es muy alto, este fenómeno es causal de consultas en tanto genera síntomas asociados con depresión, ansiedad, e incluso trastornos adaptativos. O sea, que las personas acuden por el malestar asociado a vivir en un país que no es el propio. Pero, ¿cuál es ese malestar? La emigración en sí no es el problema, sino el proceso de aculturación que sufren las personas que emigran. Y, ¿qué es la aculturación? Ese proceso caracteriza los cambios en la conducta y en la psiquis de las personas, que ocurren como resultado de la interacción con individuos de otros grupos culturales. Entonces, la aculturación es el proceso que viven las personas que abandonan su cultura en particular, para insertarse en otra. Esta inserción supone un nivel de estrés que puede variar de acuerdo a múltiples aspectos. Por ejemplo, resulta menos estresante vivir en un país donde el idioma, el clima, las opciones laborales, etc. no sean muy diferentes a las del lugar natal. Por otra parte, los países donde la cultura está marcada por tendencias religiosas muy fuertes, como los países islámicos, supondrían cambios mayores para alguien que haya nacido en la cultura occidental. O sea, que mientras más drástico el cambio, más fuerte es el proceso de aculturación, y supondría un estrés mayor.
Pero no nos vayamos a los extremos. Si analizamos el proceso de aculturación entre países vecinos, veríamos que es bien fuerte también; dependiendo además de las concepciones sociales que existan acerca de la nacionalidad del que emigra en el país de destino. Por ejemplo, la situación política actual entre Chile y Bolivia supondría un proceso de aculturación más complicado para un chileno que llega a La Paz, que para un costarricense que arriba al mismo sitio. Sin embargo, aunque la emigración tome lugar entre países muy cercanos y similares culturalmente, es siempre un proceso que implica estrés, añoranza, y cierta tristeza; pues involucra para el que emigra dejar atrás todo lo que le era cotidiano, desde la familia y los amigos, hasta la forma de llamarle a las micros, sin dejar de mencionar a los perros callejeros o la forma de hacer filas.
Es por eso que mi objetivo es transmitir un mensaje bien explícito: el hecho de que el mundo esté distribuido en países implica que todos somos extranjeros en el mundo entero excepto en un solo sitio: en el lugar donde nacimos. Y visto desde este punto de vista, tenemos más lugar para ser emigrantes que para no serlo. Conocer emigrantes nos prepara para ser ciudadanos de otra parte del mundo, pues toda interacción entre personas de nacionalidades distintas es un proceso de aculturación en mayor o menor medida. Por eso, le recomiendo que se someta a esos procesos, con la tranquilidad de que cuando regrese a su casa va a “tomar once” y no a “cenar” y de que va a poder ver su programa favorito en la TV, en su idioma natal.
Myrtha Gajardo, una ilustre y muy querida profesora de la Universidad Santo Tomás, decía que viajar aumenta el Coeficiente Intelectual, porque nos obliga a reestructurar nuestros esquemas y nos aporta flexibilidad al pensamiento, porque nos vemos en la necesidad –y repito-, en la necesidad de re-pensar nuestras costumbres y modos de conducirnos ante la vida. Yo le propongo que si no viaja, enriquezca su CI interactuando con personas de otras culturas. A lo mejor un mojito o una caipiriña le dan un par de puntos más…

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